Vi, miré y observé tantos detalles alucinantes, tanta riqueza y perfección en cada árbol, musgo, helecho, flor, y sobre todo quedé totalmente asombrada con las cascadas. Mientras avanzábamos no dejaba de pensar ¡que ganas de hacer esto por lo menos una vez por semana, es tan necesario!
Para cerrar con broche de oro ¡vimos un pudú!, no importó el corto tiempo que lo vimos, fue suficiente para ver lo grande y gordito que estaba. La guía a cargo estaba realmente feliz, nos explicó que este parque además de conservar el agua y restaurar la tierra, respeta el entorno volviéndolo un hábitat atractivo y seguro para especies que necesitan un lugar para reproducirse. El pudú es una especie vulnerable a la extinción por lo que corroborar que se están reproduciendo saludablemente fue una gran noticia.
De regreso me sentí tan feliz y agradecida de la decisión que tomé. Hacer este recorrido me regaló bienestar a nivel físico y mental e hizo que fuera más consciente de la urgente necesidad de incorporar panoramas así a mi rutina. Ya sea que podamos hacerlo de forma semanal o quizás por la distancia solo 1 vez al año, es algo que debemos hacer.
Mientras que con mi visita aportaba a que este espacio siga siendo conservado y restaurado y además de comprender la crisis hídrica de Chiloé, Parque Mawünko me entregó salud y hermosos recuerdos a través de una experiencia única la que anhelo todos podamos vivir.
¡Hoy me siento un poquito más saludable! Definitivamente este lugar es mucho más que recreación y restauración, es un lugar para sanar.